domingo, 14 de abril de 2013

ESA VEZ DEL HUAICO

Eleodoro Vargas Vicuña
(La Esperanza, Cerro de Pasco, 1924 - Lima, 1997).

De infante y adolescente vivió en Tarma y Acobamba, lugares de donde recogió material para sus narraciones. Tuve la suerte de conocerlo y disfrutar de sus mágicos relatos, donde mezcla el conocimiento de las costumbres andinas con el lenguaje de un pueblo que no le era extraño, al que amó con convicción y compromiso social.

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Alrededor de don Teófilo Navarro no queda sino contagiador aire entristecido. Su casa, pura pampa, quedó después del huaico —agua de mala entraña— que lo tumbó todo.

jueves, 4 de abril de 2013

POEMA SIN CORAZON

Autor: Federico Barreto 
Mujer dormida, Pablo Picasso, París, otoño de 1904 


Loco de rabia y despecho,
resolví en cierta ocasión,
abrir a mi amada el pecho
y arrancarle el corazón.

lunes, 25 de marzo de 2013

ABEL MARTIN



Cuento escrito por Antenor Samaniego Samaniego

Antenor Samaniego Samaniego

Abel Martín es el hombre extraño que se detiene sobre los puentes altos y solitarios, no para mirar los ríos sino el cielo que se ve dentro de ellos. Suele por lo común buscar las aguas estancadas. Y tanto mejor. Le producen deseos de caer infinitamente. Siente como si le crecieran alas. El vacío parece que empezara a extenderse de las puntas de sus pies. Encima de un mundo brumoso, ancho e inabarcable, sábese señor mirando las cosas al revés: las estrellas abajo, las nubes, los árboles, las casas, el viento…

miércoles, 30 de enero de 2013

MAS ALLA DE LA MUERTE

Federico Barreto nació en Tacna el 8 de febrero de 1868, según algunos autores, pues existen contradicciones en el año exacto de su natalicio. A través de su pluma dio vida a artículos en defensa del suelo patrio durante la Guerra del Pacífico, pero también a hermoso poemas como éste que, sin dudas, debió alborotar a la sociedad de entonces Falleció en Marsella (Francia), el 30 de octubre de 1929.


Federico Barreto

Es invierno, y una noche negra, fría y tempestuosa.
En la lúgubre capilla de un asilo monacal,
yace el cuerpo inanimado de una joven religiosa
que, agobiada por la pena se murió como una rosa
arrancada de su tallo por el fiero vendaval.

jueves, 17 de enero de 2013

PAPI BENJA Y LOS FANTASMAS



Son grandes los recuerdos que atesoro de papi Benjamín. Un ser entrañable, amoroso, muy tierno, a pesar de la cara que hacía de molesto, buen hombre, digno de la pluma de Gabriel García Márquez.  De pequeña  lo pensé y hoy creo lo mismo. El debió estar ahí, junto a José Arcadio Buendía, Aureliano, Remedios, Úrsula... Su personalidad fuerte, llena de singulares matices, bien podía combinar con estos personajes.

jueves, 27 de diciembre de 2012

EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS

Escrito por Miguel Ramos Carrión (Zamora, 1848 – Madrid, 1915),  este poema me acompañó desde muy niña. Aún resuena en mis oidos la voz de Elfy, hermana de mi madre, haciéndonos soñar con los protagonistas de esta singular historia de amor.
Dalí, Muchacha de espaldas, 1925

 Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

sábado, 8 de diciembre de 2012

BIOGRAFIA SERRANA

 Esta es la historia de un hombre de la sierra, libre como el viento, que amaba con pasión a la hermosa Kanti y,  también,  las dulces melodías logradas con su quena. Pertenece al poeta y maestro Antenor Samaniego Samaniego,  dedicado al escritor José María Arguedas e incluido en su obra "Cántaro", publicada en 1944.









Antenor Samaniego Samaniego
             (1919 - 1983)


Lo conocieron mozo, solazarse
descajando las peñas desde raíz,
sentirse grande, rostro musical
floreciendo de tórtolas, palomas.
Conocieron con su onda de crepúsculos
aventarse de arriba, desde el cielo
por la verde ladera de los pastos
despertando manadas de silencio,
amontonando estrellas en los árboles
y en la alforja de su alma campesina
besos de miel para su compañera.
Los balidos de sus ovejas conocíanlo
buscándolo en la inmensidad del llano.
En el blanco ceramio de su pecho
él grababa paisajes, y alboradas.

Y libre como el potro, como el toro
con su voz fuerte de gañán.
Los ríos se le abrían como muslos
redondos de cristal y él los gozaba.

La quena traducía los copiosos
paisajes de su corazón, lloraba
mixtura y miel por sus divinos ojos.

El amaba su quena. Su cabaña
a medio campo olía a escorzonera,
a hierbabuena, a sauce melodioso.
Sombraba, y la humedad del suelo abría
la gratitud florida de sus labios.

Kanti vestía los domingos faldas
teñidas de crepúsculo, de sangre
rural; él descolgaba desde el alba
su poncho heptacolor, y ambos al pueblo
él montado en su chusco trotador
y ella en su burra blanca; él descotaba
el seno de su pífano sembrado
de jilgueros; el campo para verlos
acudía trayendo sus canastos
de gorriones y tórtolas.
Desde la estepa azul del cielo se lanzaban
las wachwas y palomas, y cobraba
la pampa luz y melodía, el pecho
prendido de claveles y mostazas
mientras el viento desparramaba olores
de maizal y alfalfa.

2
Llegó la temporada de la leva
en cuarteles de crimen como a bestia
le maniataron; nuevas teorías
de matar le enseñaron, era justo
saber calar la bayoneta, amar
la muerte, obedecer a ciegas,
respetar, nunca responder al amo,
decir "señor" sin comprender aquello,
no alzar los ojos al mayor, callarse
al golpe inmerecido, al ajo ¡al ajo!

Cuando volvió, Kanti había parido.
Cuando quiso tragarse la saliva
se la hubo convertido en sollozo.
Un monstruo rojo le gritó en la sangre.
Un animal herido a muerte le rugió en la entraña.
Se enloqueció su sangre como un río.
Sus músculos temblaron como diques.
Le galopó en el pecho un potro en ascuas.
Un jaguar maduró en su lengua. Viento
de lágrimas corrió por sus pupilas.
Cayó a sus ojos desde su cabeza
un relámpago, se mordió los labios.
La sangre le chorreó. No blasfemó.
Y sus manos crecieron hasta el cielo.

3
Optó alquilar su cuerpo en las minas,
Cerro de Pasco fue, y al poco tiempo
las fauces de la mina le comieron
la pierna, las dos piernas ¡ay, sus piernas!
Cerro de Pasco fue, y amaneció
dentro de un hospital, buscó sus piernas,
lloró, imploró, besó su sangre muerta,
quiso buscar su medio cuerpo, quiso,
miró su medio cuerpo abandonado.
¡Ay, su cuerpo salido de su tronco!
Quiso correr para buscar sus piernas...

Y allí lo ven (los hombres no lo han visto)
Lo ve el viento y le lame sin rubores.
Lo ve el sol y los huesos le calienta,
pero él pregunta a todos como un niño
si sería posible ¡cuánto lo daría!
por comprarse dos piernas, sus dos